De un corazón a otro corazón hay una ventana,
no se encuentran separados ni lejanos.
La luminosidad de dos lámparas de barro se funden
aunque no estén unidas.
Ningún amante busca la unión sin que su amada la busque también;
Pero el amor de los amantes deja el cuerpo delgado como la cuerda del arco.
En cambio el amor de los amados los deja bien formados y apacibles.
Cuando la luz del amor por el amado
ha traspasado este corazón ¡sábelo! hay amor en ese corazón.
No hay duda que Dios tiene amor para ti
cuando el amor a Él se ha multiplicado en tu corazón.
El ruido del palmoteo no sale de una mano sola,
el hombre sediento gime, “¡Oh, agua deliciosa!”
el agua dice: “¿Dónde está quien me beba?”
esta sed de nuestra alma es el magnetismo del Agua:
nosotros Le pertenecemos, y nos Pertenece.
Masnavi III, 4391 - 4399 Tr. Martha Sastrías
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